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Me van a permitir que hoy les cuente algo diferente. Hoy no voy a escribir sobre política, economía, actualidad o cuestiones similares. En esta ocasión quiero hablarles de radio por un motivo que al final les explicaré. Aunque ya les avanzo que no está relacionado con que hoy haya salido la segunda oleada de 2017 del Estudio General de Medios que es la que mide, entre otras cosas, las audiencias radiofónicas.
Comenzaré diciendo que si tuviera que definir este medio con una sola palabra, probablemente propondría mágica. Sí, tiene un componente un tanto místico que la hace especial. Si se consigue crear el ambiente adecuado, la radio es capaz, a través de las ondas, de dar calor y compañía a quien está escuchando al otro lado. Si el locutor es hábil, este puede empatizar con sus oyentes y hacerles llegar a creer que les están hablando a ellos de manera individual y personalizada sin tan siquiera verlos o saber quiénes son. Cosa que, a mi juicio, no siempre ocurre en televisión. Dicen que una imagen vale más que mil palabras pero yo les respondo que, precisamente, la fuerza de la radio es que no tiene imágenes.
En lo que a mí respecta, un servidor "descubrió" la radio a los 16 años. Empecé a escucharla de forma continuada porque encontré en ella entretenimiento al principio, y, tiempo después, información. Es un medio que uso a diario -en contraposición con la televisión que prácticamente ni la veo- porque, como antes he dicho, considero que es mucho más cercana que otros medios y consigue impregnarme de ese ingrediente mágico que la hace especial e irresistible. Mi afición y pasión por la radio es tal que la escucho a todas horas y en cualquier lugar que me lo permite. Me levanto y me voy a la cama cada día escuchándola; principalmente cadenas generalistas, aunque de vez en cuando también giro el dial buscando emisoras musicales. Si no puede ser en directo, por podcast. Si no puede ser por la FM, por Internet. Si no puede ser una emisora, otra. Radio, radio y más radio.
Se preguntarán por qué bemoles les cuento todo esto. Pues bien, durante este verano una gran amiga periodista está trabajando en una importante cadena de radio de ámbito nacional, casualmente la que yo escucho la mayor parte del tiempo. Cuando me lo contó me alegré mucho. Y hoy, por primera vez, he tenido el inmenso placer de escucharla hacer radio en esa cadena. Y créanme cuando les digo que todas esas cosas de las que les hablaba al principio se han multiplicado por tres o por cuatro. Miel sobre hojuelas. He sentido una sensación... indescriptible. Una mezcla de alegría y satisfacción difícil de explicar.
No exagero si digo que ella es una gran profesional (¡y eso que todavía está empezando!) y que cada vez estoy más convenido de que la radio es un medio que le viene como anillo al dedo. Algo que, por otra parte, ya lo profeticé en su momento aunque no hacía falta ser un lince para saberlo. Tiene un timbre y tono de voz muy, pero que muy de radio. Ya se imaginan a qué tipo de voz me refiero, ¿verdad? Y no solo tiene la voz (que a fin de cuentas no es más que una de las cualidades que ha de tener todo buen locutor) sino que además sabe cómo manejarse ante un micrófono. Y es que, queridos lectores, no es lo mismo hablar por la radio que hacer radio. Y María hace radio: radio con mayúsculas.